Llevo entrenando para subir la montaña más alta de México, un mes y 5 días. No es mucho en comparación a otras personas pero es mucho en comparación a mi condición y a quien era hace un mes y quien soy ahora después de este tiempo.
En exactamente una semana, me subo al avión que me lleva a Puebla, donde vamos a subir a el campo base y de ahí a El Pico de Orizaba. Es algo que escribo con mi teclado fácilmente como si fuera cualquier cosa, pero en realidad no tengo idea de lo que me espera.
En momentos lo pienso y me volteo a ver del pasado hacia ahorita y digo, estoy lista. Luego en otros momentos me pongo nerviosa y se me hunde el estómago pensando en las locuras en las que me meto. Es un sube y baja, pero de los que siempre vuelven a subir.
Estoy leyendo un libro de montañas, haciendo tres meditaciones diarias, subiendo una montaña todos los fines de semana, y cuando se puede, otra entre semana. He cambiado mi rutina, me es normal despertarme a las 5:30 de la mañana casi todos los días. Voy a un gimnasio de aclimatación, veo a mis amigas 1 vez a la semana si es que alcanzo cuando las veía un día si uno no, me cuido de el coronavirus muchísimo por qué es crucial para poder subir, me duermo a las 9:30pm. Soy una persona disciplinada y enfocada en una sola cosa. Me impresiona, que sí es posible.
Ha sido un mes que me ha enseñado cosas sobre mí que pensé que nunca lograría y que nunca pensé en haber querido. El pico me causa la emoción más grande que he sentido, al igual que el nervio. Pero lo subamos o no, por las condiciones climáticas, por el mal de montaña, por lo que sea, este mes me ha hecho la mejor versión que creo poder ser.
Sí, da roña leerlo, me dio roña escribirlo. Pero es que no encuentro la manera de explicarles lo que se siente por dentro. Unirte a el equipo mas random para subir la montaña más alta del país- sin conocernos- ir al primer hike y sentir que casi te explota el corazón del cansancio (no es exageración, literalmente sentí eso). Y voltear a verte hoy, y despertarte con ganas de saludar a tu equipo que ya es como familia, por que discutimos y nos abrazamos y lloramos de risa, e irnos a subir las montañas más altas del estado, con ganas, con técnica, con control de respiración, dándole a nuestro paso, y lográndolo sintiéndonos al cien.
Hace dos semanas casi me rajo, ya con las cosas pagadas. Me dio un miedo el no sentirme preparada. Definitivamente sin mi equipo y sin nuestros entrenamientos no podría escribir hoy segura de qué vamos a irnos y regresar todos juntos y enteros. Es un reto físico, mental y emocional. Ha cambiado mi vida completamente. La montaña y la vida cerca a la naturaleza te abre los ojos a darte cuenta de todo lo que nos ofrece el planeta y lo que tenemos gratis a nuestro alrededor. Jamás había logrado despejarme tan lejos de la ciudad para encontrarme tan profundamente dentro de mí, como en la montaña.
Estoy agradecida y traumada con lo que nuestro cuerpo y mente puede lograr. Nadie me dice que no puede, porque es mentira. Yo decía lo mismo.
Un grande abrazo y nos vemos después del pico! A ver si dejo de escribir de el shock.
Xoxo, Stella
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